El movimiento estudiantil de 1968, tuvo también carácter social, ya que además de participar los estudiantes universitarios, preparatorias y vocacionales entre otros, se unieron profesores, obreros, amas de casa, sindicatos e intelectuales tanto de la Ciudad de México como del interior de la república.
Ese día los estudiantes expusieron seis demandas, las cuales eran consecuencia de eventos violatorios de los derechos humanos por parte de la policía y las fuerzas armadas desde el inicio de la protesta estudiantil; particularmente en respuesta a la ocupación militar y policial de planteles escolares bajo la justificación que encontraban en la riña entre alumnos de la vocacional 5 y la preparatoria particular Isaac Ochoterena, el 23 de julio de 1968.
En 2018, el titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), Jaime Rochín, precisó que la CEAV se había reunido con víctimas de la masacre del 68 y ex dirigentes estudiantiles en busca de la reparación del daño y una disculpa pública por parte del Gobierno federal.
Reconocimiento de que las acciones del gobierno —entonces encabezado por Gustavo Díaz Ordaz— tuvieron impacto y daños en el acto individual y colectivo al señalar a los estudiantes por su ideología; Implementación de medidas de satisfacción de carácter colectivo mediante la Colección M:68 —recopilación de decenas de documentos que dan cuenta de los movimientos sociales de la década de los 60—, con lo que se busca permitir la reconstrucción de los hechos; y
El pleno reconocimiento de que las medidas de satisfacción colectiva no condicionan ni extinguen el derecho de las víctimas a tener acceso a la reparación total del daño.
Hoy en día, la frase “¡2 de octubre no se olvida!” es un grito en contra de la impunidad, el olvido y la amnesia colectiva. Así, lejos de perder vigencia al repetirse año tras año, se ha convertido en un gran símbolo del impacto ejemplar que tuvo en México el movimiento estudiantil de 1968.